“Why do you go away? So that you can come back. So that you can see the place you came from with new eyes and extra colors.
And the people there see you differently, too. Coming back to where you started is not the same as never leaving.”

Singapore Skyline

Singapore Skyline

martes, 21 de junio de 2016

Eternal sunshine of the spotless mind




How happy is the blameless vestal’s lot!

The world forgetting, by the world forgot.
Eternal sunshine of the spotless mind!
Each pray’r accepted, and each wish resign’d.

Such if there be, who love so long, so well,
Let him our sad, our tender story tell;
The well-sung woes will soothe my pensive ghost;
He best can paint them who can feel them most.


Alexander Pope


Quién de nosotros no ha pensado alguna vez en borrar recuerdos, anular acciones y deshechar pensamientos. Poder hacer realidad esos "no tendría que haber..." o "debería de haber...". Un rebobinado de los hechos para arreglarlos, la repetición de un ensayo que no salió bien.

Kundera decía bien que la vida no es más que un boceto, una obra que no puede retocarse y a la que jamás podremos darle el toque final. No lo decía con amargura, sino con romántico raciocinio, con la certeza de que hay cosas que deben aceptarse con una sonrisa.

Además, renegar del pasado solo nos induciría a repetir los postergados errores en el presente. Hay algunos patrones que, para bien o para mal, no pueden esquivarse. Aunque siempre tenemos elección y no hay determinismo que pueda excusar nuestros actos, cuando nos guía el corazón es difícil pensar con claridad. Estoy segura de que tú también, espontáneo lector, has sentido ese dilema de nostalgia y remordimiento del pasado para al final acabar suspirando un "y, sin embargo, lo volvería a hacer".

Aceptar lo que fue y lo que no pudo ser, y mirar hacia delante con coraje es todo un arte; y como todo arte, requiere esfuerzo y perseverancia, y puede que incluso no llegue a perfeccionarse nunca. Pero al menos lo habremos intentado, lo habremos vivido y eso, vivir y sentir lo que nos ha tocado, eso es, al fin y al cabo, todo lo que debería importarnos.



sábado, 4 de junio de 2016

To women


"Cuando Salinas le habla a una mujer, le está hablando a todo lo que ella le da a ver, a todo lo que nace a partir de ella por el solo hecho de ceder o negarse a su pasion. Catulo y Dylan Thomas y Cesare Pavese y Paul Eluard lo supieron mejor que los dómines de turno; ojalá también ustedes, lectores de esta poesía, hombres de un tiempo que ha roto por fin tantos tabúes idiotas, tantos géneros y casillas y altos y bajos y blancos y negros. Alguna noche de vino y de hierbas fumables, con The Soft Machine o John Coltrane afelpando el aire de reconciliación y contacto, lean en voz alta los poemas de Salinas, dibujen en un tono cegado por la tinta de imprenta ese árbol de poesía que Rilke sintió en el canto de Orfeo. No sé la mejor manera de pagar una larga deuda y recibir a la vez mucho más, infinitamente mucho más de lo que damos."

Julio Cortázar
Paris, 1970


Sublime introducción de Cortázar, digna entrada que "met en bouche" su selección de poemas de Salinas.

De Madrid a París y ahora hasta Singapour ha viajado conmigo ese libro. Ligero vademécum cargado de sentimientos.

Qué diría Salinas de todos los rascacielos iluminados y retroalimentados, de todas las mujeres y hombres que se pasean indolentes en este eterno verano. Con prisa, veloces por el cálido asfalto. Pasos entrecruzados, miradas ausentes, ese vacío desbordado de gente inherente a toda gran ciudad.

La urgencia de las horas, minutos y segundos. Esa que él definía como "prisa, apetito de las lejanías". Puede que Salinas se parara sobre las escaleras de Boat Quay o en los bancos de la bahía que dan al skyline a contemplar el desfile de personas urgentes, el va y viene de coches y gente, las luces de neón de los locales o los incesantes faros de coches bajo las múltiples luces de una de tantas noches sin estrellas.



La semana de abril
de pronto se sintió
una ausencia en el pecho:
jueves, su corazón.
Sí, robamos el jueves.
Ella y yo, silenciosos,
de la mano, los dos.
Le robamos con todo.
Con los circos redondos,
y sus volatineras
tiernas, conceptuosas
doncellas de los saltos.
Con las cajas de lápices,
rojos, azules, verdes,
y blancos, blancos, blancos,
blancos, para escribir
en las diez de la noche
de los cielos más negros
cartas a las auroras.
Con las tiendas sin nadie:
se vendían paisajes,
héroes, teorías,
arpas. Y todo a cambio
de arena de la playa.
De arena tan hermosa
que al mirarla
no se compraba nada
por no dejarla allí
color de carne intacta,
entre plata, entre cobre.
Con todo, sí, con todo.
Con escuelas de adioses
a las sombras y al beso.
Al salir se creían
los cuerpos y los labios
que nunca estaban solos.
Sí, con todo y sin fin.
Delicia de ser cómplices
en delicias, los dos.
Y en el borde del miércoles
ver quedarse parados
almanaques atónitos
—no podían seguir—
mientras tú y yo secretos,
ya más allá del cielo,
del tiempo, de los números,
vivíamos el jueves.

Pedro Salinas